yo.............. tu............. el............ nosotros........... vosotros............. ellos............ tenemos doble cara... ni absoluto ni objetivo. ArteZeta Lado B AZ2010: A 40 años del cine imperfecto

jueves, 17 de diciembre de 2009

A 40 años del cine imperfecto


“Las aventuras de Juan Quin Quin”, un caso paradigmático.


Por el año 69, el realizador cubano Julio García Espinosa difundía la teoría del cine imperfecto a nivel mundial con el objeto de
crear un cine comprometido en la realidad social, generar identidad cultural y transmitir el proceso revolucionario que se estaba dando en aquellos años frente a la amenaza imperialista norteamericana que dominaba tanto en lo económico como en lo político al país, distorsionando y alienando a sus pueblos. Así, el artista hace del cine una herramienta política y cultural para la lucha por su liberación, y a su vez, los espectadores dejan de ser consumidores pasivos para convertirse en actores, en sujetos activos de la historia. Ya no se trata de un cine-espectáculo contemplativo y elitista, sino más bien un cine de acción, en la medida en que se compromete con la realidad y está realizado por las masas.

Sin embargo, no se trata de un caso aislado. Promediando los años cincuenta, Latinoamérica estaba siendo testigo del avance del neoliberalismo y la globalización que atentaba contra su cultura. Como respuesta a esto, comienzan a aparecer realizadores con nuevas propuestas que, si bien cada uno adoptó su propio modo de representación, todos coincidían en su objetivo: la lucha contra el imperialismo y la recuperación de la identidad nacional. Esto es lo que se denominó Nuevo Cine Latinoamericano. Los que más se destacaron fueron el argentino
Fernando Birri, el brasileño Nelson Pereira Dos Santos, y los cubanos Tomas Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa. Todos ellos formados en la escuela Zavattini de la ciudad de Roma, de donde adoptaron la estética Neorrealista italiana. Pero es recién en los años sesenta donde se consolidan sus ideas dando lugar al Cinema Novo de Glauber Rocha y su Estética del hambre; el Grupo Cine Liberación de Fernando (Pino) Solanas y Octavio Getino; y el Cine Imperfecto de Espinosa, para nombrar algunos.

Volviendo concretamente al caso de Cuba, antes de la revolución de 1959 este país prácticamente no contaba con producción cinematográfica ya que estaba plenamente dominado por el cine de EE.UU. A esto se le sumaba la grave situación social de analfabetismo, pobreza, marginalidad y el desamparo exterior. La revolución constituía el cambio. En lo cinematográfico, la iniciativa se pone en marcha a partir de la conformación del ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica), con obras que reflejan la realidad nacional de forma radical, y donde el cine es considerado un arte y no una mera mercancía. Esto fue posible gracias al gobierno de Fidel Castro, el cual expropió las empresas cinematográficas norteamericanas con lo que todas las salas pasaron a manos del ICAIC. En un principio, la actividad artística en estos años se basaba en la experimentación y en el documental, pero en los sesenta la producción alcanzó su madurez y punto cúlmine con películas como “La muerte de un burócrata” y “Memorias del subdesarrollo” de Tomas Gutiérrez Alea; los documentales de Santiago Álvarez “Ciclón” y “Now”; y “Las aventuras de Juan Quin Quin”, de Espinosa. Esta última se podría considerar como un caso paradigmático a nivel ético-estético, y quizás es el ejemplo más significativo de la teoría del cine imperfecto del mismo autor.

“Las aventuras de Juan Quin Quin” (1967) es una película tan divertida como anárquica, ambientada en el contexto pre revolucionario de Cuba. Juan Quin Quin (Julio Martínez) es un busca vidas que luego de pasar sin suerte por diferentes oficios, termina convirtiéndose en guerrillero revolucionario, y junto a su amigo Jachero (Edwin Fernández) protagoniza increíbles aventuras enfrentándose contra las autoridades locales.La película es una parodia política de la novela “Juan Quin Quin en pueblo Mocho” (1963), del escritor cubano Samuel Feijóo.

El film se presenta como portavoz del discurso oficial revolucionario de su país, con el objeto de concientizar a todos los pueblos latinoamericanos a través de recursos formales que todos reconocemos, pero resignificándolos en su propia propuesta. Por esta razón es que se trabaja con la mezcla estilística. El film comienza a la manera de un Western con la imagen de unos revolucionarios cabalgando entre las montañas preparándose para dar batalla. Se trata de los héroes de la historia. En esta misma presentación, en la cual se suceden los títulos, también se hace uso de la cultura Pop, con imágenes fragmentadas que presentan a los personajes con cierto tono irónico que sirve de crítica al cine espectáculo “perfecto” Hollywoodense.

A lo largo del film irán apareciendo más recursos estilísticos reconocibles tales como la comedia romántica; el cómic, mediante el uso de globitos para dar a conocer los pensamientos de los personajes; la comedia del cine silente con imágenes aceleradas; sonidos de cartoons o el absurdo. Para finalmente terminar con un documental con voz en off que nos enseña como tomar las armas de un cuartel y su posterior puesta en práctica para el acto revolucionario. Luego del clímax, Juan Quin Quin mira a cámara, al espectador, y dice: “No fue difícil tomar las armas ¿Verdad?”. De esta manera hace al espectador cómplice del proceso, colocándolo como un actor más para la lucha social, transformándolo en sujeto de la historia. Este final no pretende dar ningún tipo de respuesta, sino más bien, hacer un llamado a la reflexión.

El film además establece una fuerte crítica sobre las instituciones de la sociedad y la explotación hacia los marginados. Juan es un busca vidas, que ha tenido experiencia en diferentes trabajos como monaguillo, torero o cirquero. Todos intentos frustrados. Pero cuando quiere comenzar con un proyecto grande y estable como cultivador de café, es traicionado por el apoderado de las tierras, un aliado al poder militar y apoyado por potencias extranjeras (EEUU).

Se exageran los medios para hacer desaparecer a la figura del revolucionario. En la escena donde el representante del poder político da la orden de quemar los pastizales en donde se esconde Juan, se suceden imágenes documentales de archivo de guerra y bombardeos. El poder político se ridiculiza de esta forma, con la actitud del que quiere matar todo a su paso, incluso una pobre vaca que anda por ahí. Además, el actor que encarna al representante político se repite en varios personajes de poder: el alcalde, el apoderado de las tierras y el administrador de la central son la misma persona, al que siempre se lo presenta con un leit motiv de melodía militar con redoble. Esto quiere decir que sea quien sea el representante, es siempre el mismo sistema el que los estafa. Siguiendo con esta idea, en la escena del enfrentamiento político contra los revolucionarios, el film se interrumpe mediante la introducción de títulos de autocrítica de la propia película: “Que tanto chiste. Aquí se podría meter alguna imagen de Latinoamérica”, “También se podría intercalar alguna reunión inútil de la ONU”.

Por su parte, la iglesia también es ridiculizada, con un cura que pide no irrumpir la paz del señor mientras grita como un loco enojado por la actitud de Juan; o cuando sale a enfrentarlo por haber despertado al pueblo de su sueño armado con una cruz, al mismo tiempo que lo acusa de ser el hijo de Satanás.

Otra secuencia a destacar es donde Juan y su amigo Jachero llegan a un pueblo desolado para dar su espectáculo y se encuentran con que allí la gente vive en la plena miseria, hasta el punto de que se terminan comiendo al toro. Si bien se presenta como un chiste, es una clara alusión a la problemática general latinoamericana: el hambre.

A través de todos esos recursos, la película hace una denuncia a la situación latinoamericana de colonización que lleva a la alienación y destrucción de la cultura de cada país, situ
ación que lamentablemente aún hoy se mantiene. “Las aventuras de Juan Quin Quin” es un valioso documento histórico, y es por esto, además de ser una excelente y audaz película, que es digna de ser vista.

Nota: Matías G. Fernández

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