yo.............. tu............. el............ nosotros........... vosotros............. ellos............ tenemos doble cara... ni absoluto ni objetivo. ArteZeta Lado B AZ2010: octubre 2010

martes, 12 de octubre de 2010

William Shakespeare y el mundo

Sueño de una noche verano, y la fragmentación shakesperiana de la realidad sobre el escenario

El género dramático comprende a todas aquellas obras que tienen por finalidad la representación de una determinada acción en el marco de un espacio físico que funcione como escenario. Sirve de expresión a una determinada visión de la realidad o de la fantasía, ya sea: tragedia, misterios o comedia.

William Shakespeare es como una amalgama de tendencias y corrientes hasta el momento de su aparición, mientras que el Renacimiento florecía en Europa y daba lugar al Siglo de Oro en España, Shakespeare lucha con un gran condicionante y una gran rebelión para montar sus obras, y hasta a si mismo con una gran presión generada por el periodo Isabelino en Inglaterra; bajo el reinado de Isabel había que mantener como máscara la religión católica-romana y por eso es muy probable que Shakespeare haya tenido una formación católica estridente, que luego ha ido fragmentando en sus obras con las influencias al mundo clásico y con los aires propios del Renacimiento italiano.

La cuestión de la autoria no esta desarrollada en esta época, lo cual, permite poner en duda que la producción de Shakespeare sea propia; es muy probable que se hayan colaborado varios sujetos a la formación de una obra. Eso, teniendo en cuenta la gran presión que ejercía tener que producir teatro para la nobleza y para la corona con una inmediatez, casi absoluta.

Sueño de una noche de verano, parece responder a los efectos del período; una mezcla de planos que, en escena, parecen estar bien definidos, pero en el momento de la representación se cruzan; algo que no se había practicado en el período medieval. El plano real es la representación de la celebración de las nupcias de Teseo e Hipólita; donde reside la idea de que en sus nupcias van a ver una representación coordinada por los mismos personajes que están en la escena de la obra. La realidad de este acto va fragmentadose en diversas capas reales que parecen disolverse a si mismas al finalizar cada acto; así comienza a asomarse el plano fantástico, que pertenece al mundo de las hadas y duendes. Este juego de espacios se da en el mismo escenario y en el mismo tiempo, la diferencia radica en que ninguna de esas capas de realidad y fantasía se perciben a si mismas.

Por la misma parte, tiene lugar el conflicto amoroso que se genera por la equivocación del duende Puck entre un amor sincero: Lisandro y Hermia. La suerte de amores no correspondidos es el tema crucial en la obra, que instaura la idea renacentista neoplatónica de un amor idílico mediatizado por las marcas de subjetividad. Una configuración discursiva del amor ya venia daba desde el período clásico; y ya había tenido lugar en Romeo y Julieta, la historia de dos enamorados que atraviesan una frontera de discordia familiar y social para unirse en totalidad. Un tema que ya estaba florecido en la Italia del Renacimiento.

Termina siendo artificioso en el modo de resolverse porque, si bien, Lisandro y Hermia vuelven a fundar su amor, hay una unión que queda forzada por la voluntad divina de Oberòn, rey de las hadas: Demetrio y Elena. Lo curioso es que la historia de Piramo y Tisbe, en Sueño de una noche de verano parece también responder a este modelo en el que se descubren restos de la tragedia griega de tema trágico-amoroso, y del mismo Ovidio en la representación de la obra de las nupcias.

En la obra hay infinitas relaciones que juegan con el tiempo y el espacio para superponerlos como escenas alternas que ocurren en el mismo tiempo, sin poder ser percibidas, pero de las cuales quedan restos, o al menos, un resplandor que da el carácter onírico; porque es aquello que no recuerdan los personajes reales al despertar del sueño.

Nota: Leandro Rossi

Descargas AZ: Alain Johannes – Spark

Alain Johannes es uno de esos músicos que ha logrado mayor reconocimiento por sus colaboraciones con otros artistas que con sus propios proyectos personales. A saber: como músico –y amigo de Josh Homme- , trabajó junto a Homme en Queens of the Stone Age y las Desert Sessions, y durante este año giró con Them Crooked Vultures. También prestó sus servicioes a artistas como Chris Cornell, Mark Lanegan, Sugarcult y Silverchair, entre otros. En su rol como productor e ingeniero de sonido, participó en discos de Queens of the Stone Age, las Desert Sessions (proyecto liderado por Josh Homme, líder de Queens…), Arctic Monkeys, No doubt, Eagles of Death Metal y muchos más. Y como todo eso fuera poco, fue el mismísimo Johannes quien le enseñó a Flea (sí, Flea de los Red Hot Chili Peppers) a tocar el bajo.

Este miércoles en el Pepsi Music, Johannes presentará su album debut titulado “Spark” en el escenario principal, previo al show de Queens of the Stone Age y de Rage Against the Machine. “Spark” es más que el primer disco solista de Johannes: se trata de un trabajo especial, ya que fue escrito tras la muerte de su esposa, Natasha Shneider, quien además era integrante de Eleven, banda que ambos fundaron a principios de los 90’s.

“Spark” es un disco íntimo, totalmente personal. En cada letra, Johannes le dice al mundo lo que quizá no pudo decirle a su esposa Natasha en vida. En la primera estrofa de “Endless eyes”, canción que abre el disco, puede percibirse esto: Oh my Heart/ That you stole so long ago/ Has returned to me this day/ So full and empty (Ah, mi corazón/ el que tú robaste hace tanto tiempo/ ha vuelto a mí este día/ tan lleno y vacío).

Johannes desnuda toda su tristeza, furia y energía a lo largo del disco, una obra que resume lo que cualquiera puede pensar y sentir sobre la muerte, el duelo, la soledad, y cómo seguir adelante.

WEB OFICIAL

Hard Rock oscuro, sonido grave y épica Stoner

Queens of the Stone Age reeditó -en versión remasterizada y disco doble- el clásico Rated R (2000), obra cumbre en la discografía de la banda.

Historia de un Disco Fundamental

Queens of The Stone Age (QOTSA), banda liderada por el cantante y guitarrista Josh Homme, surgió en la escena Californiana de Palm Desert, ese epicentro rockero norteamericano donde se profesa la religión desértica (una especie de adulación al desierto como lugar mítico y romántico, ideal para el encuentro cercano…): “Sus paisajes abiertos tienen una manera de hacerte sentir pequeño (...). No eres importante en el desierto…”, dice Homme[1]. Pero esa cultura del desierto no es lo único que distingue a las bandas provenientes de Palm Desert, sino también su sonido Stoner. Justamente, es Josh Homme, primero con Kyuss y luego con QOTSA, uno de los padres fundadores de ese subgénero. Sin embargo, él mismo se ha encargado siempre de escaparle a las etiquetas y de no ser encasillado nunca: “no estoy de acuerdo con el facilismo de agrupar a las bandas en categorías fijas (…) Nosotros hacemos Rock and Roll y en nuestras canciones contamos historias de vida (…) Queremos abarcar distintos estilos...”[2].

En cierto modo, hay mucho de verdad en esta frase. Más allá de los riffs intensos y de la afinación (más grave de lo común) del bajo y la guitarra, que genera ese clima denso, pesado y oscuro del Stoner Rock”, QOTSA amalgama en su sonido una gran variedad de estilos y estéticas: la Psicodelia de fines de los 60’ (Hendrix); la actitud rockera y los riffs del Rock clásico de los 70’ (Purple, Zeppelin, Sabbath); la furia y crudeza del primer Grunge (el Nirvana de Bleach); el Hard Rock cercano al Heavy y la potencia acelerada de Motörhead, y el espíritu y agresividad Punk, con el agregado de la opresión sonora Post Punk. Todo ello confluye en el sonido de Queens…, y eso los convierte en irresistibles: Todo ese bagaje musical que los influencia, traducido en un sonido auténtico y original.

"Rated R" sucedió, en la discografía de la banda, al disco debut “Queens of The Stone Age” del año 1998 y significaron, junto a Kyuss, una clara evolución musical. Es que en este álbum, Josh Homme decidió incorporar nuevos intrumentos y nuevas texturas musicales. Ejemplo de ello es el tan característico sonido del vibráfono en “The Lost Art of Keeping a Secret” (¡¿Qué mejor lugar que el desierto para mantenerlos?!) o los vientos experimentales en “I Think I Lost My Headache”. El disco significó también el fundamental ingreso a la banda de Nick Olivieri: salvaje y feroz bajista, antiguo ladero de Homme en Kyuss. Olvieri se sumó a QOTSA, no solo como bajista oficial (y cantante en algunas excepciones) sino como co-compositor, junto a Homme, de la mayoría de las canciones. Este dúo compositor se escucha aún más en “Songs for The Deaf” (2002), etapa de mayor calidad artística en la vida de la banda. La sociedad artística de Homme y Olivieri garantiza un buen momento al sentir esa conexión musical telepática. Escuchar a Olivieri flanqueando con su bajo los intensos riffs de Homme es sentir la potencia y furia de Queens.

Producido por Chris Goos, viejo héroe de la zona de Palm Dessert y eterno amigo de Homme, "Rated R" tiene un sonido bastante oscuro, por lo difícil de penetrar. Hay como una constante intensidad sonora, por momentos atronadora, pero siempre contundente. Un rock épico, potente y apasionante. Lo mejor de todo es que el disco suena original, pero atemporal. Es como si -realzando aspectos estéticos del Rock Clásico de los 70’- redefinamos eso de las nuevas fórmulas sonoras, todo con una música conmovedora y rockera por excelencia. A lo largo del disco, recorriéndolo, se produce también una dinámica donde se alternan las clásicas arremetidas Stoner, como en “Feel Good Hit of The Summer” (más coros de Halford -Judas Priest-) con su letra sumida en las adicciones y esa especie de letanía tóxica que repite “nicotina, valium, vicodina, marihuana, éxtasis, alcohol y ¡co!...co!... cocaína!”… la psicodélica Monsters in the Parasol” o la punky “Quick and to the Pointless”: Todas ellas con esos típicos riffs veloces y pesados + precisos fraseos melódicos del bajo. Canciones que se mezclan junto a otras más limpias y relajadas, como las geniales “Auto-Pilot” o “In The Fade”: Rocks a medio tiempo, melancólicos y con suaves (pero sentidos) punteos de Homme, quien desnuda aquí, quizás, su faceta más melódica. Precisamente, es en estos dos últimos tracks donde escuchamos al fantástico Mark Lanegan, cantante de Screaming Trees, que cuenta con el profundo poder del registro bipolar, sonando por momentos calmo, casi susurrando, y por momentos grave y ronco a lo Tom Waits.

Otro de los altos puntos del disco es la gran Better Living Trough Chemistry”. Lo que convierte a esta canción en fantástica es ese sonido tenebroso, fantasmal y de ópera oscura que logran los órganos, todo junto a los múltiples cambios de ritmo y atmósfera que tiene la canción. Igual de emocionante es el primer corte de difusión del disco, la mencionada “The Lost Art of Keeping a Secret” y sus percusiones. Hay lugar también para las guitarras acústicas, como en “Lightning Song”, que ya desde su título deja en claro que se trata de un poco de brisa fresca entre tanta potencia eléctrica.

Desde sus letras y también desde algunos sonidos, Homme mantiene cierto estado latente de malestar, agonía y hasta demencia, como sucede en “I Think I Lost My Headache”, con la frase “así que dímelo hasta que mi cabeza explote…”; o en “Tension Head” con su dura declaración: “I’m feeling sick, I feel so fuckin’ sick”. En ese tema y en “Leg of Lamb” -“eres un monstruo de verdad, con una mentira… me estás por dejar”-, se escuchan sonidos sucios, violentos y enmarañados, hay guitarras con efectos enfermizos. Son una especie de hipnósis Stoner. Hay también estados de trip a bordo de alguna sustancia: “tienes un monstruo en tu jardín” de “Monsters in the Parasol”; cierto cinismo: “no hay nada para salvar, lo sé, vos vivís hasta que morís” de “In The Fade”, y referencias sexuales explícitas, como en la mencionada “Quick and to the Pointless”, palo y a la bolsa.

En definitiva, lo que se percibe en todas las letras de Homme es ese imaginario creado por ellas; ese mundo sombrío, pintado con sus paisajes psicodélicos, extasiado y adicto (o adictivo) y que incluye toda serie de personajes raros y perturbados, que suelen ser disidentes y marginales.

El resultado terminó siendo un soberbio álbum; sólido, completo y sin altibajos. Una obra decisiva en la discografía del Hard Rock norteamericano y que consagró a Queens of The Stone Age como líderes definitivos del Stoner Rock, pero a la vez como una de las bandas más capaces, de resonancia internacional y con un sonido genuino.

Reedición 2010

La reedición de "Rated R" se lanza en versión Deluxe Edition y en vísperas de su segunda visita al país (antes habían venido con el Monsters of Rock del 2001) para tocar en el marco del Pepsi Music y compartiendo line-up con Rage Against The Machine.

Se trata de un disco doble: el primero, una versión con sonido remasterizado del disco original, más algunos cambios en la portada y su packaging. Pero la sorpresa es el segundo, un álbum que contiene canciones en vivo, tomas alternativas e inéditos. Entre las registradas en vivo están “Feel Good Hit of The Summer”, “Quick an to the Pointless” o “Better Living Trough Chemistry”, grabadas durante el Reading Festival del 2000, y “Monsters in the Parasol”, registrada durante un show de la banda en Seattle, también en el 2000. A ellas se suman algunas canciones pertenecientes a otros discos de la banda, y ahora reversionadas, como “Avon”, “Regular John” o “You Can’t Quick Me Baby”, todas de “Queens of The Stone Age” (1998) y, por último, una serie de b-sides e inéditos que ya habían sido incluidas en “Stone Age Compilation” (2004) y en “The Definitive Collection of B-sides & Rarities” (2007): el Hard Rock Californiano de “Ode to Clarissa”, el Stoner Metal de “You’re so Vague”, la potencia habitual de QOTSA en “Born to Hula”, y dos covers: “Never Say Never”, de Romeo Void y “Who’ll Be the Next in Line” de los Kinks.

Az Recomienda : “Feel Good Hit of The Summer”, “Better Living Trough Chemistry” e “In The Fade”.

Nota Matías Roveta




Referencias

[1] www.mondosonoro.com (ed): Queens of The Stone Age, 24 de junio de 2009.

[2 ]“Érase una vez en el bosque’’: Suplemento espectáculos, diario La Nación, viernes 13 de mayo de 2005.

Una red poco social


“Red Social” llega a los cines y nos cuenta la historia de Facebook, y del alto precio que se paga por hacer 500 millones de amigos.

“No haces 500 millones de amigos sin hacer algunos enemigos”. Así reza el afiche de “Red Social” (The Social Network), la película que revela la historia detrás de la creación de Facebook, la red social más grande mundo. Esa frase resuena a lo largo del film dirigido por David Fincher (El Club de la Pelea), y protagonizado por Jesse Eisenberg (Zombieland) y Justin Timberlake.

La película se estrenó el primero de este mes en los Estados Unidos y ha recogido muy buenas críticas, sobre todo por la manera dinámica en que Fincher y Aaron Sorkin (guionista) han logrado narrar la historia de Mark Zuckerberg, el creador de Facebook. “Red Social tiene el potencial de ser esa rareza cinematográfica que recoge loas de la crítica y posibles premiaciones y aún así, es un éxito de taquilla”, resume brillantemente Kirk Honeycutt, crítico de cine para el Hollywood Reporter. “A pesar de lo complicado del lenguaje de programación, las estrategias de negocios y las complejas finanzas, el guión de Sorkin lo aclara todo, y nos permite seguir la historia más que ser arrastrados por la misma”, define Roger Ebert, el crítico de cine más reconocido de Estados Unidos.

Mark Zuckerberg es un estudiante de la Universidad de Harvard que, más hábil para relacionarse con códigos de programación que con su novia, es abandonado por ella, y en un rapto de furia y ebriedad hackea la base de datos de la universidad para robar las fotos de las estudiantes, y luego crea un sitio de Internet para que el resto de la universidad cuál es la más bella. A pesar de la reprimenda de las autoridades de Harvard, el suceso generado por el sitio es tal que hace colapsar los servidores de la universidad. Es así como nace Facebook, y también como las ansias de poder, fama, miles de millones de dólares enfrentan a amigos y enemigos de Zuckerberg por la idea original del proyecto.

“Red Social” llegará a los cines nacionales a finales de este mes, y presenta la oportunidad de analizar cuáles son los alcances de un fenómeno todavía en expansión.

Nota: Martín Barraco


sábado, 9 de octubre de 2010

Princesa rusa

Regina Spektor hizo dos presentaciones en el Gran Rex en el marco de la gira de Far, su reciente disco. Aquí la crónica del recital del jueves.

Semana agitadísima para los amantes de la música. El sábado, como entrada estuvo la Noche Dorada Espacial. Para algunos el plato principal fue el martes con Incubus en el Luna, para otros fue el miércoles con los Pixies en el mismo lugar. Y como frutilla del postre, Regina Spektor en el Gran Rex en una hermosa noche de jueves.

En un teatro lleno y pasadas las 22, Regina Spektor, una hermosa muchacha de 30 años, nacida en Moscú y que ya tiene cinco discos de estudio, salió al escenario para hacer su segunda presentación en esta primera visita a nuestro país. Apareció detrás de sus tres músicos: un baterista, que asombró a todos por sus redobles y su técnica, un cellista y un violinista que la acompañaron en la mayoría de los temas. Tenía un hermoso vestido largo y con solamente saludar, enamoró a todos. Un dato a tener en cuenta: Regina nunca presentó a su banda. Se le habrá escapado. Luego de unas sonrisas muy tímidas, se sentó en su piano y cuando todos esperaban el comienzo con “The Calculation”, tema que abre su último disco editado el año pasado y titulado Far, la primera sorpresa de la noche fue escuchar como inicio del concierto la intro del tema “Folding Chair”. Llamó la atención porque el miércoles Regina había empezado con “The Calculation” y el jueves ni lo tocó. Raro, pero nada de qué para alarmarse, porque el recital no iba a depender de ese tema ni mucho menos. De lo que sí iba a depender es de su voz. Porque Regina no estaba bien de la voz, ya lo había comunicado en su Facebook y se encargó de decirlo después de “Eat”, segundo tema del recital. Por eso tenía al lado del piano tres botellas de agua y una taza de té, que luego de “Blue Lips” se volcó encima.

No pasó nada, ella siguió con “Sailor Song”, uno de los temas más festejados de la noche, y con “Machine”, donde se la oyó muy segura y muy confiada, con una banda que la siguió de un modo muy prolijo. Pero luego del tema sí tuvo que parar unos segundos. Agradeció, sonrió y dijo “estoy toda mojada con té. Es la segunda vez que me mojo en el día, primero con la lluvia y ahora con té”. Todo el público se rió, la aplaudió y le acercaron un trapo para secar la silla y que ella se secara un poco. La pregunta que todos se hacían en ese momento era la siguiente: “si está mal de la garganta y canta así de perfecto, cómo será cuándo está bien de la voz”. Porque se la escuchaba intacta, dulce y pura como en sus discos, o mejor. Era tiempo de seguir. Dos maravillosas canciones de ese último disco como “Laughing With” y “One More Time With Feeling”, fueron la perfecta excusa para continuar como si nada hubiese pasado. Entre cada canción, la gente le gritaba su amor por ella pero aclaró que no entendía una palabra de lo que le estaban diciendo y prometió que para la próxima vez iba a aprenderse algunas palabras en español. Se rió con la sensibilidad que la caracteriza y continuó con dos canciones que llenaron de aplausos a los músicos, “Better” y “On the Radio”. En este último tema que pertenece a su anterior disco, Begin to Hope (2006), producción que la terminó de meter en las radios y canales musicales de todo el mundo, encantó al público con los maravillosos falsetes que hace con la voz, esos que tanto gusta escuchar en sus discos y que en vivo, pese a su timidez, no se privó de hacer.

Hubo una confusión entre la banda y el público por unos segundos no entendió mucho qué estaba pasando. Regina les hacía gestos a sus músicos y empezó a tocar la hermosa “Two Birds”. Esos gestos que ella hacía con las manos hacia sus músicos eran de pájaros volando. Una grossa. Luego de otro tema de su último disco, “Dance Anthem Of The 80's” los músicos se retiraron y dejaron a Regina sola en el escenario. Ella agarró su guitarra y tocó un tema poco conocido como “Bobbing For Apples” y una genial versión de “That Time”. Dejó su guitarra a un costado y se volvió a sentar en el piano. El Gran Rex estaba repleto y la aplaudía sin parar luego de cada canción. Pero es muy grande el teatro. Regina es de esas artistas que daría gusto ver en un barcito de San Telmo, tomando un vino en una mesita a un costado del escenario. Y ella ratificó esta escena cuando sola en el piano tocó “Après moi”, uno de los temas más reconocidos de la artista. Emocionó esta canción. Asombró la simpleza con la que ella se desenvolvió en ese momento ¿No era que estaba mal de la garganta? No pareció. Hizo una extraña versión de “Poor Little Rich Boy”, del disco Soviet Kitsch del año 2003. Con una mano tocaba el piano y con la otra marcaba distintos ritmos pegándole con una baqueta a una silla que le alcanzaron los miembros del staff que estaban detrás de escena. Glorioso momento del recital. Luego de hacer el último tema de Far, “Man Of A Thousand Faces”, agradeció y se retiró.

Los bises eran lógicos. Tocó las extraordinarias “Samson” y “Us” para luego cerrar con su hit mundial “Fidelity”. Obvia pero inobjetable lista. Casi todo Far, los temas más reconocidos de Begin to Hope y tres temas de Soviet Kitsch (“Sailor Song”, “Poor Little Rich Boy” y “Us”). Ningún tema de sus dos primeros discos, 11.11 y Songs (aunque este disco empieza con “Samson”, se podría decir que tocó un tema del mismo, por más que la canción se haya hecho conocida en Begin to Hope). Saludó y rápidamente se fue. Todos pensábamos que volvía pero no. Se prendieron las luces y toco acabó. No presentó a su banda, no se quedó a recibir flores y cartas como hacen las damas que vienen a nuestro país y tocan en un teatro (recordar sino en los dos shows que dio Cat Power, la cantidad de minutos que se quedó la cantante recibiendo regalos de sus fans) y mucho menos se quedó largo rato saludando. Nadie dijo nada al respecto. Muchos se quedaron a esperarla a la salida del teatro. Todos esperamos lo mismo: que vuelva pronto. Ojalá ella algún día lea esta crónica y esta vez sí entienda nuestro vocabulario.

Nota: Gonzalo Penas




Emociones en un parque lunar: Pixies en Argentina

Pixies tocó por primera vez en Argentina. A continuación, la crónica de uno de los recitales más esperados del año.

“Ahora vienen los Beatles de los noventa”, dijo Cristian Aldana, cantante de El Otro Yo, cuando su banda terminó el set que recorrió sus más de veinte años de trayectoria. Los EOY no abusaron del tiempo en el escenario. Tocaron unos cuarenta minutos, haciendo un popurrí con los hits eternos de la banda, y se bajaron con grandes aplausos. Estuvieron bien y muy contentos arriba del escenario. Aprovecharon haber ganado el concurso que se hizo meses atrás para ver quién iba a ser la banda telonera de nada más ni nada menos que los Pixies. Aquella banda que abrió la puerta a todos los géneros musicales de los noventa, la que escuchaba una y otra vez Kurt Cobain meses antes de formar Nirvana, la que todos nosotros escuchábamos en nuestra adolescencia en un cassette mal grabado y rogábamos que alguna vez se editen sus discos por estos pagos. Aquella banda era y sigue siendo Pixies. Y en la catarata de bandas que vienen este año, por Internet o por revistas leímos hace algunos meses que venían por primera vez y a más de uno se nos cayó una lágrima. “Pixies en el Luna Park”. Miércoles 6 de octubre de 2010. Llegó la fecha. Entre algunas gotas de lluvia que caían por Buenos Aires, la gente entraba al mítico Luna para cumplir un sueño: ver a una de las bandas más importantes para sus vidas. Pasadas las 20:30, Black Francis, Kim Deal, David Lovering y Joey Santiago salieron a escena. Estaba el 100% del grupo. Por la tarde se había corrido el rumor que Kim no estaba en Buenos Aires por problemas de salud, se dijo primero que era por estrés, después que tenía una hernia pero fueron sólo bombas de humo.

Luego de unos segundos de silencio, el inconfundible redoble de batería y los riffs de bajo y guitarra de “Bone Machine” dieron comienzo a uno de los recitales más esperados ¿Los Pixies habrán escuchado alguna vez corear el riff de una canción? Si la respuesta es negativa se habrán asombrado y mucho. Porque si bien es normal que el público argentino siga la canción más allá de la letra, es algo que a muchas bandas internacionales les llama la atención cuando pisan por primera vez nuestro suelo. El Luna Park estaba lleno (las entradas, completamente agotadas) y tanto el público que estaba en el campo como los que estaban en las plateas cantaban hasta el punteo del primer tema del recital, inicio también de su primer disco editado en 1988 bajo el título Surfer Rosa. El recital no dio respiro. Continuó con otros clásicos de su primer LP, como “Broken Face” y “Something Against You”. Seguido a estas tres canciones, tocaron “The Holiday Song”, uno de los más festejados por el público, al igual que “Debaser”, tema que abre el segundo disco de la banda, el épico e histórico “Doolittle”. El escenario no tenía muchos chiches ni esas cosas de los grandes espectáculos a los que nos estamos mal acostumbrando. Sólo cuatro bolas gigantes que iluminaban la escena de colores verdes, rojas y azules, y ellos. Con eso basta y sobra.

Así se pasó la primera media hora de show y los clásicos seguían en forma continua. “Wave of Mutilation” provocó la emoción de todo el público, que cantaba a la par de Francis: “cease to resist, giving my goodbye / drive my car into the ocean / you'll think i'm dead, but I sail away /on a wave of mutilation”. El recital siguió con “I Bleed” y “Here Comes Your Man”, el mismo orden de canciones que tiene el disco. La gente, como era lógico, bailaba, se abrazaba, se reía y saltaba con esos riff tan pegadizos, tan necesarios y fundamentales en la vida de uno. Con el sonido en vivo de Pixies todo pareció volver veinte años atrás. Ellos prácticamente no se movían en el escenario, sólo daban pasos para adelante y atrás pero siempre muy metidos en sus instrumentos. El bajo tuvo un sonido muy marcado en cada tema, se podía distinguir perfectamente las distintas formas que utilizó Deal para rasguear las notas. Los punteos agudos de las guitarras sonaron tan puros como en los discos, sólo que con más distorsión y con un volumen tan ensordecedor como emocionante y asombroso. Muy interesante fue escuchar la estupenda versión de “Monkey Gone to Heaven” o el punteo de “La La Love You” para darse cuenta el origen de muchas bandas de los últimos tiempos posteriores a la Generación X. Nada parece haber cambiado en cuanto a lo musical para estos cuatro muchachos de Boston, y en vivo quedó demostrado.

Sorprendió escuchar en la mitad del concierto la canción “Gouge away”, tema que cierra “Doolittle”, y bien podría haber cerrado la primera visita de la banda a Argentina. Pero poco importaba el orden, la gente cantaba y gritaba a la par de Francis. Recién ahí, uno se daba cuenta de que la lista venía más o menos, por orden cronológico de sus discos. Y como todavía no habían hecho ningún tema de “Bosanova”, su tercer LP, editado en 1990, qué mejor momento para tocar “Velouria” y “Dig for fire”, los dos cortes de difusión de ese disco. Luego de esos temas, la cronología se rompió. El único momento donde el público pareció tomarse un respiro fue cuando escuchó atentamente el cover de Neil Young (“Winterlong”) que la banda trajo de regalo. Luego, los fans se dieron el gusto de escuchar en vivo dos canciones de su primer EP llamado “Come on Pilgrim”, publicado en 1987, y todo se convirtió en delirio. Mucho allí conocieron a la banda precisamente con estos dos temas, “Caribou” e “Isla de Encanta”, y el estadio entero cantó ambas canciones con cierta nostalgia de lo que estaba sucediendo en vivo. En el medio, tocaron “U-Mass”, del disco “Trampe Le Monde”, el cuarto y último disco editado por la banda. Luego de “Vamos”, y su espanmexicanenglish de la letra, se retiraron saludando en cada costado del escenario. Minutos más tarde, el agudo y reconocido coro de Deal en “Where is my mind” abrió los bises. Puedo asegurar que la mayoría del público tuvo la piel de gallina durante semejante clásico. Para cerrar la lista de temas sonó “Gigantic”, otro histórico de la banda cantado por la bajista, y cuando todo parecía terminado, se prendieron las luces del estadio, los integrantes saludaron unos minutos al público, pero el sueño no había terminado: ellos volvieron a cargarse sus instrumentos para cerrar el show con la segunda versión de “Wave of Mutilation” (para algún despistado, esta canción tiene dos versiones, la original y una segunda titulada “UK Surf”) y “Planet of Sound”. La gente con lo que le quedaba de fuerza, incrédula por lo que estaba pasando, seguía saltando y cantando, emocionados por este cierre. Volvieron a saludar y esta vez sí se retiraron del escenario.

A la salida, la mayoría compartía el mismo comentario hablando con sus amigos: que sonido fue increíble (un gran acierto hacerlo en un estadio cerrado y no al aire libre como serán muchos de los conciertos que se avecinan); el setlist fue perfecto (tal vez faltó “The Happening”, pero eso corre por cuenta del perfeccionismo obsesivo de quien escribe esta crónica), y ellos en vivo son palo y a la bolsa, como tanto nos gusta y como ellos acostumbran a ser en sus discos. Tan increíble como emocionante e histórico el concierto. Ahora sólo nos quedan los recuerdos y la nostalgia del día después y las anécdotas para contarle a la gente que conozca a la banda a partir de este momento.

Nota: Gonzalo Penas


Incubus: energía extrema

Con entradas agotadas y mucha expectativa, Incubus se presentó el 5 de octubre en el Luna Park, para presentar su trabajo más reciente: Monuments and Melodies, un repaso general de toda su carrera.

La entrada (muy parecida a un subtepass) para ver a los chicos de California, citaba a todos los fans a las 21, pero la puntualidad no fue una de las características de este show, ya que los rosarinos de Xpiral colgaron presentado su música a la multitud, y éste les respondió de buena manera con muchos aplausos. Una vez que los integrantes de la banda telonera dejaron el escenario, la media hora que demoraron en preparar los últimos detalles para que Incubus arrancara su show se hizo interminable. El público no se cansó de aplaudir, silvar y gritar en busca de que la banda apareciera de una vez por todas.

Ansiosos todos, el reloj marcaba las 21.30, y mágicamente se apagaron las luces del estadio: Brandon Boyd (voz, guitarra y percusión), Michael Einziger (guitarra), José Pasillas (batería), Ben Kenney (bajo) y DJ Chris Kilmore (teclados) tomaron posición de su territorio.

El público les dio una cálida bienvenida, y ellos a cambio un comienzo de gran intensidad con "Circles" y "Anna Molly". Con la sorpresiva "Nowhere Fast", el agite entre las masas se hizo cada vez más latente. Un clásico como "Nice To Know You", dijo presente y además saldarían una deuda que dejaron en la visita anterior interpretando "Pardon Me". Con la idea de bajar un cambio y generar un clima más relajado, el señor Brandon Boyd calzó su guitarra y empezó a tocar los primeros acordes de la bella "Oil and Water". Este clima iba a durar poco porque: a) Brandon se sacó su campera de cuero y casi hizo que las chicas se ahogaran en su propia baba; b) las inquietantes "Priceless" y "A Crow Left of the Murder" hicieron que el pogo ganara otra vez protagonismo. Siguiendo la misma línea interpretaron temas de los últimos discos como "Love Hurts", "Megalomaniac", "Quicksand", "Kiss to Send Us Off", "Punch Drunk" y "Look Alive". Después de este repaso arrancó "Aqueous Transmission", que dejó boquiabiertos a más de uno porque era inesperada en la lista y además porque sonó perfecta. Antes de que finalizara la primera parte nos dieron el gusto con más clásicos como "Drive" y "Wish You Were Here", en donde el público fue un intérprete más, cantando los estribillos de los hits más conocidos de la banda.

Y así, Incubus dejó el escenario más ovacionado que nunca. Se tomaron un pequeño break y la gente ya empezó a llamarlos, de vuelta, al ritmo de “OLE OLE OLE OLE OLE OLE OLE OLA, YO SOY DE INCUBUS ES UN SENTIMIENTO NO PUEDO PARAR”. La banda volvió y se copó con el cantito. Mike revoleó su guitarra y el resto usó las remeras que les tiraron sus fans. El show debía continuar, y con ese hermoso clima nos regalaron tres sorpresas: 1) Una "Just a Phase" que hizo emocionar a muchos; 2) Una canción nueva llamada "Surface to Air"; 3) Una potente "Have you Ever" que se transformó en un final inesperado, exactamente, a las 23.15.

Si algo hay achacar a estos cinco muchachos es que no pueden no tocar, aunque sea, un tema de sus primeros discos S.C.I.E.N.C.E y Fungus Amongus. También fue un error cerrar con "Have you Ever", que a pesar de que forme parte de uno sus trabajos más exitosos como lo es Morning View, dejó la sensación de que faltó algo. A veces no alcanza la extrema potencia y fuerza de un tema para determinar el cierre de un recital. “¿Stellar? ¿Dig? ¿Are You In? ¿Y Candela?”, comentó un espectador del recital, y errado no estaba, ya que cualquiera de estas tres canciones era la candidata ideal para un cierre perfecto. Igualmente, esto no alcanza para opacar el excelente desempeño en vivo. Brandon Boyd tiene una voz espectacular, no desafinó nunca, sonó siempre genial desde que comenzó hasta que terminó. En cuanto al resto de la banda, se puede decir que suenan demasiado bien, son enérgicos, y generadores de diferentes y mágicos climas. Así que amante de la música, si Incubus vuelve a visitarnos te recomiendo que no te lo pierdas, ya que te puede brindar una inolvidable presentación y hasta te puede convencer de que suenan mejor en vivo que en sus discos de estudio.

Nota y fotos: Luciana Burgos